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miércoles, junio 10, 2015

Constitución 2040

Proyecto de Carta al Diario. Demasiado incendiaria para imprimirla en papel.

Leed.


Constitución 2040

Señor Director:

En un país como Chile, es difícil que no tengamos una nueva Constitución durante el siglo XXI. Sin embargo, cabe pensar en un proceso serio que, de una vez por todas, nos permita tener una carta fundamental duradera.

La dificultad principal estriba en la progresivamente deslegitimada clase gobernante, en el sentido de su legitimidad popular (aunque la legitimidad formal deba ser reconocida por ahora). Es claro para todos que los gobernantes no gozan de la legitimidad popular suficiente y necesaria para impulsar un proceso constituyente. En el caso de la Constitución de 1980, por contraste, el apoyo a los gobernantes de la época y a su inauguración de un nuevo régimen fue muy superior al apoyo que concita el régimen actual en cualquiera de sus expresiones (Presidente, Congreso, Judicatura, Ministerio Público...). Es un mito proyectar hacia el pasado el nivel de rechazo que ha llegado a adquirir la imagen del gobierno militar tras tan prolongada propaganda adversa.

Un gobierno que ha hecho lo imposible por destruir a sus adversarios políticos —pensando que el "caso Penta" no se ramificaría hacia la izquierda, como ha sucedido y continuará sucediendo, hasta abarcar a todos los grupos económicos y políticos— y cuyo prestigio moral está por los suelos no debe lanzar un proceso constituyente que, forzosamente, tenderá a reproducir los vicios de sus autores (de todo el espectro político): nepotismo, financiación ilegal, manipulación de la opinión pública, exclusión de los ideales políticos de sus adversarios, etc. Una Asamblea Constituyente (o un supuesto "Nuevo Congreso") será manipulada con la misma desfachatez con que se han manipulado elecciones, procesos judiciales, financiamiento de las campañas, etc. Una reforma extensa, a su vez, aunque sea aprobada por la unanimidad del Nuevo Congreso, y sea de amplio consenso, será continuación de la Constitución de 1980. Aunque la firme Ricardo Lagos, en un hipotético segundo período, los ideólogos seguirán diciendo que es la Constitución ilegítima de la dictadura. Solamente la ruptura constitucional puede satisfacer el ansia de "nuevo comienzo" de esa parte menor, aunque muy ideologizada, de nuestros conciudadanos. Mas la "ruptura constitucional" y el "nuevo comienzo" fue precisamente lo que dio origen a la Constitución en vigor.

En síntesis, el problema no tiene solución. Si es una Asamblea Constituyente, que parta desde cero, sin conexión con los procesos institucionales, será ilegítima por su origen y por los vicios de todos los asambleísmos, que son dominados por los más vociferantes, violentos y manipuladores. Si se siguen los procesos institucionales, la continuidad hará que sea descalificada por las mismas fuerzas ideológicas tras el llamado a Asamblea Constituyente. Y si fuera mediante un proceso fundacional armado (por ejemplo, otro pronunciamiento militar o una revolución de izquierda), la discusión sobre su legitimidad continuaría de la misma manera. En definitiva, parece no haber forma de alcanzar un acuerdo que nos represente a todos de buena fe, porque lo que viene bien a las ovejas no viene bien a los lobos.

Una posibilidad de largo plazo, que minimice los problemas de legitimidad inmediata, puede ser que se inicie un proceso de creación constitucional en el cual se apruebe tanto por el Congreso como por plebiscito el mecanismo inicial para crear la nueva norma fundamental, y que, me atrevo a sugerir, a su vez este mecanismo prevea que la nueva Constitución se aprobará mediante plebiscitos ulteriores entre dos o más proyectos presentados por cualquier persona o grupo, con segunda, tercera y hasta cuarta vuelta de votaciones; que entre cada plebiscito deba transcurrir un año de plazo para perfeccionar los proyectos que sigan en competencia y hacerlos así más competitivos; que el proyecto ganador pueda ser perfeccionado por sus autores, a la luz de nuevas sugerencias, durante un año más; que el texto definitivo sea sometido a un plebiscito final ratificatorio; que excepcionalmente se promulgue la nueva Constitución mediante una orden de publicarla firmada por todas las autoridades y ciudadanos que quieran hacerlo; y, finalmente, que entre la promulgación o publicación del texto oficial y su entrada en vigencia deban transcurrir por lo menos veinte años y dos plebiscitos ratificatorios adicionales. 

En síntesis, a las propuestas actualmente en consideración (continuar con la Constitución de 1980-2005, de Pinochet-Lagos, tal como está; reformarla en profundidad, aunque siga siendo la misma "de la dictadura"; dictar una nueva mediante un proceso misterioso a cargo de autoridades al borde de la ilegitimidad, o una Asamblea Constituyente casi revolucionaria), me permito añadir una propuesta más radical: Nueva Constitución de elaboración lenta, donde nadie quede excluido de participar por los mecanismos asamblearios, elaborada por etapas plebiscitarias y sin que nadie sepa a quiénes beneficiará contingentemente (por entrar en vigor décadas después de promulgada). Proyecto Constitución 2040.

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