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viernes, mayo 10, 2013

La entrevista a John Finnis en Chile

Entrevista en Artes y Letras de El Mercurio (tomada de VivaChile.org).

 

John Finnis: un defensor de la ley natural en Oxford

Patricio Tapia | Sección: Política, Religión, Sociedad, Vida
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De las épicas batallas libradas en el lejano reino de la teoría del derecho resuenan los nombres de sus héroes legendarios: “Kelsen”, “Hart”, “Finnis”. Y entre las hazañas del último está el haber devuelto a la vida, para el mundo anglosajón, la tradición iusnaturalista, esgrimiendo su poderosa arma: el libro “Ley natural y derechos naturales”.
Australiano y católico, Finnis ha hecho su carrera y prestigio en la Universidad de Oxford. Y aunque discípulo de H.L.A. Hart (autor de una vigorosa e influyente defensa del positivismo), ha planteado -con herramientas tanto analíticas como tomistas y aristotélicas- una interpretación a la vez flexible y sofisticada del derecho natural, que primero se articuló en “Ley natural y derechos naturales” (1980, segunda edición de 2011, agregando un “Epílogo”), probablemente su obra más conocida, desarrollando cuestiones metodológicas, así como juicios morales que combinan su teoría de “bienes básicos” del ser humano con las exigencias del razonamiento práctico. Por otra parte, la reciente publicación de los cinco volúmenes de sus “Ensayos reunidos” -más de un centenar de ellos, que se extienden desde 1967 hasta 2011- permite aquilatar la dimensión de Finnis como filósofo, pues esos ensayos en parte aplican su teoría, pero también la desarrollan, recogiendo sus aportes en debates éticos, políticos y teológicos.

-Su teoría, ¿es esencialmente una teoría de la razón práctica?
Lo es, sin duda. Y también es un recuento de lo que el correcto razonamiento práctico se preocupa, y busca: el objeto de la razón práctica; esto es, el florecimiento humano (el bienestar), y sus condiciones previas. Y ya que el florecimiento es la realización de un determinado tipo de ser, mi teoría es también, igualmente, un recuento de la naturaleza humana en sus diversas dimensiones y elementos, incluyendo la capacidad para la toma de decisiones libres, una capacidad que distingue a nuestra naturaleza de la naturaleza del criaturas sub-racionales”.

-¿Cómo es ser un filósofo católico?
La fe católica ofrece una valiosa confirmación de que la realidad es, de hecho, como lo que el correcto pensamiento filosófico sostiene o sugiere que es. La fe católica se propone como totalmente de acuerdo con, y verdaderamente sustentadora de, la razón humana. Y no defrauda esa expectativa cuando ella se pone a prueba. Desafía a la razón a ser más razonable, más abierta a las complejidades y profundidades de la realidad, y a no conformarse con simplificaciones fáciles como el materialismo, el cientificismo, el determinismo (duro o blando), el reduccionismo naturalista -y, en el dominio de la razón práctica, a no conformarse con simplificaciones como el utilitarismo, el kantismo, y un sinnúmero de otras teorías deficientes-, para no hablar de evasiones y frivolidades como el posmodernismo. De manera que la fe ha sido, y es, un estímulo y ayuda para una mejor filosofía, en mi experiencia y juicio”.

-¿No hay ningún caso, en ninguna circunstancia, que justifique el aborto?
Así es. Creo que es indudable que cualquier decisión de poner término a la vida de un ser humano, por joven que sea, es injusta y moralmente repudiable. Hay circunstancias en las que la protección de la madre contra una amenaza inminente para su vida puede resultar en la muerte del niño por nacer, como un efecto secundario de esas medidas. Tales procedimientos se incluyen a veces en el significado del ‘aborto inducido’. Pero este término es mejor reservarlo para los procedimientos elegidos como medios para terminar la vida del niño por nacer, y cuando es así entendido, se puede y se debe decir que el aborto nunca está justificado. En algunos tipos de casos, se causa la muerte del no nacido ‘indirectamente’; es decir, como un efecto secundario, también será inaceptable, por injusto, pero no en todos”.

-¿Y ningún caso, en ninguna circunstancia, que justifique la eutanasia?
Sí. La eutanasia es otra forma de elegir poner término a la vida de un ser humano (como una manera de aliviar el sufrimiento de esa persona o de ahorrar a su familia -o al Estado- los gastos, o por algún otro motivo que no sea el odio). Cuando es cuidadosamente distinguida de causar la muerte como efecto secundario previsible de las medidas escogidas no para causar la muerte, sino para aliviar el sufrimiento, debe ser juzgada pero nunca ser justificada. Es muy importante para muchas personas vulnerables que la legislación nacional excluya firmemente todas las opciones para causar la muerte (en el idioma jurídico inglés, todos los actos y omisiones intencionalmente dirigidos a terminar la vida o acelerar la muerte)”.

-¿Qué opina de la pena de muerte?
Pienso que todos los argumentos usuales contra la pena de muerte no son firmes o son muy cuestionables, excepto el argumento de la exclusión sin excepciones de las opciones privadas para matar (en el sentido de la ‘opción de matar’ que he explicado en relación con el aborto y la eutanasia) en realidad se extiende también a las decisiones públicas, en razón de la extraordinaria dignidad de cada persona humana. Esta extensión se articula en, por ejemplo, la segunda edición del ‘Catecismo de la Iglesia Católica’, y (como lo muestra el ‘Catecismo’) no implica que las acciones militares o policiales en legítima defensa de personas o grupos sean excluidas, a pesar de que la muerte es a menudo el resultado seguro de tales acciones”.

-¿Es consistente estar a favor de la pena de muerte y contra del aborto (como muchos conservadores), o viceversa (como muchos progresistas)?
No. Pero la inconsistencia es de mucho mayor alcance y profundidad en el caso de los ‘progresistas’. Los conservadores pueden, al menos, observar correctamente que en muchos casos la pena de muerte es retributivamente equitativa, en relación con personas que han manifestado en acción su desprecio por la vida humana y el bien común de la justicia”.

-No incluyó el matrimonio entre los bienes humanos básicos; luego lo hizo, orientado a la procreación. ¿No cree posible redefinirlo para incluir a las parejas del mismo sexo?
No, la idea moralmente correcta y justa del matrimonio excluye a las parejas del mismo sexo. La búsqueda de la procreación dentro de una relación entre personas del mismo sexo es una grave injusticia para cualquier niño que pueda resultar, quien en todo caso es intencionalmente privado (por aquellos que dispusieron la procreación) tanto de los cuidados de su madre o de su padre. Todo niño en tales circunstancias también está condenado a ser criado en un ambiente diseñado para enseñar una profundamente falsa concepción del matrimonio y del acto conyugal. De manera que la ratificación por el Estado de las relaciones entre personas del mismo sexo -especialmente la ratificación de ellas como ‘matrimonio’- es un severo ataque al verdadero matrimonio. Puesto que la inteligibilidad e integridad del acto conyugal dependen de los que forman parte del mismo (los cónyuges: marido y mujer), desaprueban todas las formas de actividad sexual fuera del matrimonio; pero la ratificación estatal de la sodomía invita y de hecho presiona a todos los ciudadanos para aprobar la sodomía -peor aún, a aprobarla como conyugal-. Esa aprobación, cuando es dada, está destinada a corromper y herir muchos matrimonios y a socavar también la sustentabilidad de toda la población como una población que permanece en el tiempo, a través de las generaciones”.

-¿Y qué pasa con los matrimonios de cónyuges infértiles?
Todas las parejas casadas son infértiles la mayor parte del tiempo (la mayor parte de cada mes y durante la totalidad de cada embarazo). Durante esos períodos, como también en los posibles o probablemente fértiles, pueden mantener relaciones maritales para expresar, actualizar y vivir la experiencia de su matrimonio, su compromiso personal con una vida de tipo matrimonial que incluye la procreación y la crianza de sus hijos, si tienen hijos. Las relaciones maritales pueden expresar, actualizar y permitir a las partes vivir la experiencia de su matrimonio porque, y únicamente porque, es un acto de tipo procreativo, uniendo órganos generativos en un dar y recibir la semilla de la generación (y no hacer nada para evitar que ese acto resulte en la generación). Las relaciones maritales no dejan de ser apropiadas para los cónyuges sólo porque sepan que su infertilidad es permanente antes que más o menos temporal. Pueden hacer juntos exactamente lo que otras parejas casadas, con la misma intencionalidad. (Las parejas del mismo sexo son totalmente incapaces de participar en un acto marital)”.

-¿Está de acuerdo con la fecundación artificial?
Si ‘fecundación artificial’ significa la unión de los gametos masculino y femenino de manera distinta a la consumación (aunque con ayuda) de un acto de relación conyugal, tiene el carácter de una producción de un embrión (niño) por la persona, o personas, que supervisa y lleva a cabo el acto no conyugal de unir esos gametos. La producción siempre implica una relación de dominación y desigualdad (entre productor y producto), totalmente distinta de la relación de igualdad básica que es lo distintivo de la procreación sobrevenida en un acto interpersonal de expresar, actualizar y vivir la experiencia de compromiso matrimonial y afecto. Así: la fertilización in vitro no puede ser correctamente aprobada, en ningún caso. Y, por supuesto, en la práctica es casi universalmente acompañada por frecuentes asesinatos y abandonos letales de muchos hermanos del embrión seleccionado para sobrevivir por sus productores. Estos asesinatos son una señal de su condición inhumana y productivista”.

-Volviendo al matrimonio, podría cuestionarse por qué el Estado se ocupa de él. ¿Por qué se regula esta relación?
La regulación de los matrimonios no es una de las primeras y más urgentes responsabilidades de la ley y el gobierno estatales. Pero es razonable para un Estado maduro asumir este papel, en el interés especialmente de los niños y de las mujeres y, más en general, de las partes más vulnerables de los matrimonios particulares. Pero, por supuesto, la regulación del Estado puede y será perjudicial si esa regulación tiene su origen sobre falsas concepciones del matrimonio o de la paternidad o de la educación, y así sucesivamente”.


Nota: Esta entrevista fue publicada originalmente por Artes y Letras de El Mercurio de Santiago.

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