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domingo, noviembre 28, 2010

Polemizo con el profesor Corral

El Mercurio
Cartas Jueves 18 de Noviembre de 2010 

Obligaciones sin sanción

Señor Director:

Hernán Corral sostiene, en carta publicada ayer, que sólo si el voto es obligatorio pueden justificarse premios por votar o castigos por no votar. A mí me parece que, en realidad, no hay simetría entre premios y castigos. En efecto, los castigos son inmerecidos si no hay alguna transgresión, o el incumplimiento de alguna obligación en sentido amplio. En cambio, los premios pueden merecerse por conductas no obligatorias, sino supererogatorias. No es discriminatorio que solamente se premie al mejor poeta de Chile, a juicio de juzgadores bien formados, aunque ninguno de los otros candidatos haya incumplido sus obligaciones o transgredido las reglas del arte. Por eso, si el derecho chileno llegara a considerar como legalmente no obligatorio el acto de votar, nada impediría que lo estimara supererogatorio, precisamente como superior a lo exigido por la ley, y que, en consecuencia, le asignara alguna remuneración positiva.

El problema de fondo al que apunta el profesor Corral, sin embargo, es verdadero y preocupante. Por una parte, el premio no puede establecerse en algún ámbito en el que importe una discriminación arbitraria, como en la admisión a las universidades o a una beca o a un subsidio, o en cualquier otro ámbito donde el criterio de asignación de bienes es relativo a la finalidad específica del reparto (v.gr., mérito académico o necesidad del subsidio). Por otra parte, el incentivo económico directo, que sería otorgado a cada uno de los que hicieran este esfuerzo heroico por su patria, se acerca demasiado a favorecer formas indirectas de cohecho (v.gr., "te doblo el premio"), y a promover la mentalidad de que a uno deben pagarle de alguna manera por servir más allá de lo obligatorio.

Solamente queda una manera de premiar a los que votan: con honores; por ejemplo, mediante el registro público de quienes han prestado este servicio supererogatorio a su patria. Sin embargo, reconozco que prefiero mi fórmula ingenua, propuesta hace poco en este espacio: que sea legalmente obligatorio votar, pero sin premios ni castigos por el incumplimiento. ¿O acaso no hay obligaciones sin sanción? ¿O ya no creemos en la fuerza directiva, pedagógica y simbólica de la ley?

 
Cristóbal Orrego
Profesor de Derecho Natural 
Universidad de los Andes

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