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domingo, enero 14, 2007

Todos los negros son iguales


El Apartheid de Sudáfrica tenía una lógica interna impecable.

La lógica interna es el ingrediente más odioso de las ideologías. Alabar un libro, una posición política, un gobierno, por su lógica interna es ponerlo a la altura de la demencia. Chesterton observó que no está loco quien ha perdido la razón, sino quien lo ha perdido todo excepto la razón.

El asunto es muy sencillo. Nosotros hemos fundado una patria en este rincón de África. Nosotros les hemos dado a los aborígenes más trabajo y más bienestar que el que tienen los otros negros. Naturalmente, el bienestar de los occidentales, al que los blancos queremos acceder, no alcanza para todos. Hemos de alcanzar ese progreso sin los negros, por caminos de desarrollo separados. ¿Por qué van a quedarse los negros con el país que hemos construido nosotros, los blancos?

Solamente podemos defender este país nuestro mediante la separación, con las lógicas comunicaciones por razones de trabajo. Si eres negro, debes vivir en Soweto; pero puedes viajar a Johannesburgo para ganarte la vida. Alguien tiene que deslomarse bajo el sol, construyendo edificios, regando los jardines, cargando las mercaderías. Alguien tiene que cocinar, lavar la ropa, recoger la basura . . . Pueden encontrar entre los desechos algunos restos útiles para sus negros hijos, esos restos que los blancos, generosamente, sin hacer preguntas, les permitimos tomar.

Los lugares de vivienda y de recreo, de estudio y de transporte público, también deben ser separados.

Y, como los estándares de los blancos y los de los negros son diferentes, nada de extraño tiene que se gaste menos en unos que en otros. Hospitales de primer mundo para los blancos y hospitales de cuarto mundo —sucios, con filas de enfermos por los suelos, con largas esperas, con sufrimientos y muertos que en la clínica de enfrente no hubieran sido—, morideros cuando menos, para los negros y los rojos.

El desarrollo separado de los pueblos tenía su lógica. Tanta, que en Chile estructura la separación entre los nuevos ricos y los nuevos negros.

Si usted es rico, pague por usar una autopista urbana. Ya expliqué, en el capítulo precedente, que el precio justo, es decir, el necesario para conservar la velocidad de crucero, es el que, por las diferentes disposiciones a pagar, incentiva a más automovilistas —los nuevos negros, de clase media pero no tan ricos como para pagar tanto peaje— a utilizar las vías libres. Naturalmente, el precio del peaje es injusto, demasiado bajo, si muchos negros están dispuestos a pagarlo, de manera que la congestión en las autopistas concesionadas es parecida a la que hay en las calles gratuitas.

¿Qué pasaría si en las clínicas privadas hubiese tantas filas, listas de espera, carencia de comodidades, etc., como en los grandes hospitales? Nadie pagaría por ir a ellas: ¡no existirían! Si voy a obtener lo mismo, prefiero usar el servicio gratis. El mercado, que gracias a Dios es cruel, resuelve el problema: las clínicas privadas cobran tan alto como sea necesario para que no lleguen los negros.

¡Y no llegan!

Algunos ciudadanos, indignados por los altos costos de las autopistas, han llamado, en Chile, a boicotearlas.

¡Excelente! De eso se trata: que los nuevos negros boicoteen el uso de las autopistas. No las boicotearán los nuevos ricos, es decir, aquellos para los cuales el precio más alto es justo precisamente porque ellos están dispuestos a pagarlo con tal de poder ir más rápido.

De manera que el precio óptimo del peaje debe ser variable por horas y regular el desplazamiento separado de los pueblos: los nuevos ricos, rapidito; los nuevos negros, más despacio, pero gratis.

Tú puedes saber si eres de los nuevos ricos o de los nuevos negros. ¿Te indigna el alza de los peajes y boicoteas las autopistas? Muy digna tu reacción: ¡eres un nuevo negro! Por el contrario, ¿piensas que el precio es justo con tal de poder ir más rápido, es decir, más solo, sabiendo que los negros van lentamente por las vías paralelas? ¡Eres un nuevo rico!

La estafa, naturalmente, estaría en que no hubiera claras vías para los negros; que ellos se vieran obligados a ir junto con los ricos, pagando lo que no querrían pagar, solamente por falta de una alternativa. En ese caso, la alianza entre el Estado y las empresas concesionarias tendría el claro sabor de la estafa: los ricos y los negros pagarían doble —al Estado, sus tributos, y a las empresas, sus peajes—, pero los ricos no recibirían el beneficio ofrecido —velocidad, tiempo— y los negros no tendrían una alternativa mala pero gratis.

¡Negros del mundo, uníos! ¡Exigid las vías separadas! Solamente de esa manera podréis seguir vuestro camino paralelo de desarrollo, dejar el espacio más disponibles para los nuevos ricos.

¡Ricos del mundo, uníos! ¡Exigid peajes más altos! Tanto cuanto sea necesario para que circulen menos negros.

Ya oigo a las gentes santas, automovilistas de clase media, que comienzan a darse cuenta de que han quedado en el lado de los nuevos negros. Ahora os parece, ¡oh, negros del alma mía!, que el sistema neoliberal, explotador, debería ser corregido para evitar esta odiosa discriminación entre los nuevos ricos y los nuevos negros.

A fin de cuentas, ellos y nosotros somos igualmente ciudadanos.

Al parecer, este neoliberalismo atroz de las concesiones introduce un horroroso Apartheid.

¿Sí? ¿Y no ha existido siempre el Apartheid entre quienes pueden pagar un automóvil —los antiguos ricos— y la inmensa mayoría que viaja en buses atestados, lentamente, por horas —los antiguos negros—, sin que nadie lo advirtiera?

Ríete del Apartheid, negro, ¡ríete! La ciudad esconde injusticias. Son invisibles porque los negros de antes han sabido aceptar su condición, luchar por el desarrollo separado de sus familias —sus liceos, sus hospitales, sus malas casas, sus ropas . . .—, resignarse a ser más feos y a morirse antes.

Si no quieres pagar el peaje, eres como un roto que no quiere pagar la micro.

Más vale que te resignes a ser negro: negro pero honrado.

9 comentarios:

  1. El estilo provativo de tus palabras me hace pensar derechamente en el proceso de globalización en el que hemos entrado, donde la ética forma parte importante del proceso, toda vez que las políticas públicas que la soportan deben ir acompañados de niveles mínimos de tolerancia de la inequidad. ¿Cuánta inequidad toleramos para alcanzar el desarrollo? Apuesto que mucha, diría Milton Friedman. Apuesto que poca, diría Joseph E. Stiglitz. Pagar por las autopistas es justo. Si no me alcanza la plata, emplearé alternativas, ¿y si no quedan, qué hago?

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  2. es tan difícil encontrar lo justo, que es necesario auxiliarse con criterios simples de entender las cosas, como la teoría económica. quizás no es la más perfecta, pero por lo menos nos asegura un piso de respeto social. y con ella, dos más dos es igual a cuatro. siempre.

    y entonces, los ricos podrían reunirse y reservarse el derecho exlusivo para transitar por las autopistas, pagando un precio que los pobres no podrían ofrecer.

    nadie plantearía ese extremo, porque todos sabemos que esto tiene que ver con la justicia distributiva (quizás no manejamos el concepto, pero sí entendemos su significado). "lo mío" no sólo es lo que resulta de la plata que poseo. y los gobernantes deben saberlo.

    está bien hablar de precios. no tiene nada de malo, sobre todo porque es una medición objetiva. pero la discusión que se ha generado es más vasta y aborda otros aspectos. quizás también se trate de una reivindicación entre blancos y negros, pero puede que en esa lucha nos demos cuenta que es mejor ser mulatos.

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  3. Hola Cristobal, ¿te puedo poner un enlace en mi blog?

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  4. Sí, estimado MI BLOG DE ANGEL, puedes poner los enlaces que quieras. Y eliminarlos cuando estimes que ya no sirven.

    Un abrazo,

    C

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  5. uy, me voy a dar Mühe para que no me elimines!

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  6. Violentante…

    No me agradó sentirme de improviso una negra de medio tiempo.

    J.

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  7. Thank u :) check out that emo boy one on this blog:
    http://www.emo--boys.info

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